La industria tabacalera está desarrollando nuevos dispositivos tecnológicos para reemplazar el cigarrillo tradicional. Esta estrategia, que a primera vista puede sorprender, se basa en el principio de la reducción de daños asociados a ciertas prácticas o comportamientos.
Las políticas de reducción de daños se adoptan en situaciones en las que prohibir una conducta no es un camino viable. Por ejemplo, aunque conducir es riesgoso, los gobiernos no sugieren que la gente deje de hacerlo. En su lugar establecen reglas para que conducir sea más seguro, alientan el uso del cinturón de seguridad, obligan a las automotrices a que los autos cumplan con ciertas normas de fabricación y lanzan campañas de conducción responsable, entre otras medidas.
Se asume que, ya sea por costumbre social, necesidad o simplemente decisión en pleno uso de sus capacidades, las personas no van a dejar de conducir automóviles pese a los riesgos que ello conlleva. De allí que se opte, en vez de prohibir la actividad, por promover un manejo responsable e informado en función de reducir los riesgos o daños.
En el caso de las tabacaleras, el objetivo es ofrecer alternativas potencialmente menos dañinas a aquellas personas que fuman y que, por una razón u otra, no quieren dejar de disfrutar el consumo de tabaco. Muchos científicos y hasta algunos reguladores coinciden con este abordaje.
“Imaginar un mundo en el que los cigarrillos ya no generen adicción ni la sostengan, y donde los adultos que aún necesiten o quieran nicotina puedan obtenerla de fuentes alternativas y menos dañinas debe ser la base de nuestros esfuerzos. Creemos que es vital perseguir este interés común,” afirmó Scott Gottlieb, comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
Las diferentes opciones que están presentando las tabacaleras buscan satisfacer a los distintos tipos de consumidores y, al mismo tiempo, potencialmente reducir el daño para ellos y su entorno. La característica compartida de estas opciones es que ninguna genera combustión del tabaco. Y aquí es donde entra en juego de lleno el enfoque de reducción de daños.
Investigaciones científicas en curso y expertos en tabaquismo coinciden en que, aunque es adictiva y no está exenta de riesgos, no es la nicotina la causa de las enfermedades vinculadas al cigarrillo sino los miles de componentes químicos que contiene el humo del tabaco. Son las sustancias nocivas generadas por la combustión, como el alquitrán y el monóxido de carbono, las que causan cáncer, enfermedades cardiovasculares y pulmonares.
De allí que la ausencia de combustión y de humo sea central en estos nuevos productos para reducir los riesgos para la salud. Una de las alternativas más populares son los cigarrillos electrónicos, que vaporizan un líquido que puede o no contener nicotina en dosis reducidas. Cada vez son más los fumadores que, para dejar de fumar, deciden “vapear”.
Hay otros productos incluso más innovadores que, en lugar de llevar líquido, contienen tabaco especial que se calienta sin llegar a quemarse, resultando más atractivo para los fumadores porque se asemejan más en aspecto, aroma y sabor a los cigarrillos comunes. Algunos de estos productos funcionan con un dispositivo con forma de bolígrafo al que se le inserta un cartucho de tabaco y cuyo vapor contiene un nivel de sustancias tóxicas de entre 90-95% 6 inferior a las presentes en el humo del cigarrillo tradicional.
Otros, que en apariencia se asemejan a un cigarrillo tradicional, calientan el tabaco con una punta de carbono. El enfoque de “reducción de daños” complementa otros esfuerzos de los gobiernos para alentar a los fumadores a dejar de fumar y prevenir que niños y jóvenes comiencen a fumar y adopten un estilo de vida más saludable. Un número cada vez mayor de autoridades de salud pública y expertos coinciden en que el acceso de los fumadores a alternativas menos nocivas tendría un impacto positivo para la salud pública.
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