Carlos Osmán Gutiérrez Rodríguez, al igual que muchos agricultores que habitan en las faldas del volcán San Cristóbal, tiene que lidiar con la inclemencia de los fuertes rayos solares, así como con las constantes emanaciones de cenizas de este coloso.
Gutiérrez es un pequeño productor de sorgo que pertenece a la Cooperativa San Benito 1 de la comarca del mismo nombre, ubicada en el municipio de Chinandega, la que es beneficiada por el Proyecto Nutriendo el Futuro, que Cargill desarrolla en alianza con CARE y que es ejecutado por la Fundación Fabretto. Según Gutiérrez, Nutriendo el Futuro les ha traído muchos beneficios a los miembros de su cooperativa, entre los que destaca: mejores oportunidades para la comercialización del sorgo, asistencia técnica para la adopción de prácticas agroecológicas para hacer frente al cambio climático, disminución de costos en la siembra, acceso a un fondo semilla para la cooperativa, entre otros.
Debido al cambio climático, a partir del 2015 los productores de sorgo han sido afectados por el pulgón amarillo, una plaga que es capaz de arrasar cosechas completas, pero que gracias a la asistencia técnica brindada a los productores a través de Nutriendo el Futuro, los daños fueron menores.
“La capacitación nos permitió enfrentar esta plaga, muchos productores perdieron todo o la mayoría de su cosecha, es decir perdieron el sustento para sus familias, pero a nosotros nos brindaron asistencia técnica sobre los insumos que debíamos usar, también nos explicaron cuáles son los insectos que se comen al pulgón y así las pérdidas no fueron totales”, refiere.
A través del Proyecto Nutriendo el Futuro, los productores también pudieron comercializar su producción directamente con Cargill. “Esto nos animó a sembrar más sorgo, ya que desde el primer año que inició el programa tuvimos buenos resultados, ya pasamos de vender de 200 a 362 córdobas el quintal”, añade.
Además de la capacitación sobre las medidas agroecológicas para hacer frente al cambio climático, tener la garantía de un mercado seguro, los productores han logrado fortalecer sus niveles de organización, disminuir los costos de siembra y acceder a un fondo semilla, administrado por la misma cooperativa. “El programa también nos ha permitido el fortalecimiento como cooperativa, ahora nuestras compras no las hacemos de forma individual, sino como cooperativa. Nos hemos organizado como consorcio de cooperativas, y así vamos a las casas comerciales y por ejemplo, el glifosato (un herbicida) que vale 120 –córdobas- el litro, lo adquirimos a 70, eso mejora nuestras ganancias”.
Otro componente de este modelo de negocio exitoso, es la tecnificación en el cultivo, por ejemplo ahora cuentan con una sembradora propia, la que alquilan a otros productores y cooperativas. “El año pasado con la sembradora se cubrieron 80 manzanas y cobramos 200 córdobas por manzana, estas ganancias van al fondo de la cooperativa y este año estamos planeando recoger para comprar un tractor, y las ganancias tanto del tractor como la sembradora serán para nuestra cooperativa”, agrega este productor.
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